El auge de las grandes orquestas

 Esta vez pegamos un salto temporal, y pasamos del siglo XVIII a inicios del XX.

 Durante la transición de siglo del XIX al XX, el modelo de creación y difusión musical basado en la notación alcanzó su máximo grado de desarrollo. En la era de las revoluciones industriales, la tecnología de la notación no implicaba únicamente a las industrias destinadas a producir o difundir partituras (imprentas, editoriales), sino que había llegado a convertirse en un sistema institucional completo que incluía centros destinados a formar músicos (escuelas, conservatorios), espacios para albergar la música (salas de conciertos, teatros de ópera) o talleres para fabricar o reparar instrumentos musicales.


A solo un paso de que las nuevas tecnologías de grabación y difusión sonora (radio, discos, etc.) revolucionen por completo los ecosistemas musicales a lo largo del siglo XX, la música centroeuropea ocupará un lugar central
en la vida musical del mundo occidental. Así, una sinfonía formada en San Petersburgo, Praga o Munich podía convertirse en poco tiempo en la gran imagen musical de una temporada de conciertos en New York. Este es el caso de , quien dirigió el concierto inaugural del Carnegie Hall en 1891



La renovación del concierto sinfónico:

 Son varias las causas que pueden explicar el renacimiento de la sinfonía acaecida durante las últimas décadas del siglo XIX. Solo entonces pareció superarse medio siglo de escepticismo acerca de las posibilidades de los nuevos compositores de igualar el interés de las obras maestras del Clasicismo como por ejemplo las de Beethoven.

Por un lado, el establecimiento de los conciertos en las grandes ciudades permitió garantizar un público entendido del tema y preparado para el disfrute de la música instrumental. Por otro lado, las pruebas realizadas a lo largo del siglo por compositores clasicistas y modernistas proporcionaron determinadas herramientas que dotaron a la nueva música sinfónica (específicamente a la sinfonía) un mayor interés y prestigio que produjo la espectacularidad orquestal.



























Fuente: Rafael Fernández de Larrinoa

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